«Mi maestro luchando también me está enseñando». De la movilización a la transición educativa

Durante el franquismo, el sistema educativo estuvo marcado por la ideología dictatorial, promoviendo la religión católica y el culto a Franco. La represión de docentes y la falta de recursos limitó el desarrollo educativo, favoreciendo a las escuelas religiosas. A pesar de reformas en los años 50 y 60, el control ideológico y la intervención eclesiástica permanecieron. La Ley General de Educación de 1970 inició cambios significativos, alineando la educación con la industrialización y modernización del país. Con la dura represión llevada a cabo sobre este colectivo se realizó una depuración de docentes. Esta cuestión, afectó tanto a la formación requerida para el desempeño de la profesión, como en el desprestigio de la misma, siendo reemplazados por adeptos al régimen. La situación mejoró ligeramente en los años 60, pero las malas condiciones de trabajo y la falta de recursos continuaron limitando la calidad educativa.
A finales de los 60 y hacia el momento de aprobación de la Ley General de Educación (LGE), se acentuaron los movimientos de oposición que involucraron a docentes depurados y sancionados. Estos movimientos, inicialmente débiles debido a la represión, ganaron fuerza con el apoyo de trabajadores y sectores como el obrero. La protesta por mejores condiciones laborales y salariales se intensificó en los años 70, destacando huelgas y movilizaciones contra la LGE y las políticas salariales. El movimiento docente, unido al resto de movimientos sociales surgidos, fueron clave en el proceso de transición hacia un régimen democrático, siendo ejemplo de reivindicación y lucha por sus derechos.

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