El texto plantea algunas ideas respecto a cómo, durante la Transición a la democracia en España (1975-1982), llegaron al país nuevas corrientes culturales internacionales, como la cultura pop, el punk y la new wave. Estas influencias, inicialmente percibidas como tendencias externas, acabaron cristalizando en movimientos culturales propios como la «nueva ola» y más tarde la “Movida” de los años 80.
En este periodo, marcado por profundos cambios políticos, económicos y sociales, se consolidó una visión moderna y tecnificada en la que los medios de comunicación masiva actuaron como poderosos canales de difusión de nuevas ideas, tecnologías, estéticas y productos. Se produjeron importantes avances tecnológicos en grabación y reproducción de sonido e imagen, permitiendo la realización de grandes espectáculos con alta calidad técnica, mientras que la música disco y la cultura de discotecas se convertían en fenómenos masivos. A la vez, surgían otros estilos musicales como el folk, la canción protesta, el rock progresivo, y más tarde la new wave, que reflejaban nuevas visiones renovadoras y en algunos casos, contestatarias.
Durante el último cuarto del siglo XX aparecieron tecnologías revolucionarias como los ordenadores personales, la telefonía móvil, los videojuegos, la televisión por cable y los sistemas de grabación digital. Estos dispositivos reconfiguraron radicalmente las formas de comunicación, creación y consumo audiovisual.
Emerge también un deseo creciente de libertad y autonomía, influido por conceptos como la liberación sexual y la normalización de conductas antes reprimidas. Este fenómeno contribuyó a crear una cultura más abierta y global, que sería difícil de controlar con el tiempo, especialmente con la consolidación democrática y la progresiva llegada de más referentes culturales internacionales.Las influencias externas, a través del turismo, los medios de comunicación y la cultura, actuaron como “agentes intermediarios de la modernidad” y “aceleradores del cambio sociológico”. Este proceso de apertura cultural afectó especialmente a la juventud, que, menos influenciada por la propaganda de la dictadura, se mostraba más receptiva a la novedad.