El autor trata de demostrar la importancia del empresariado agrícola, los titulares de explotaciones rurales y, especialmente, el peso de la agricultura familiar en el empleo agrario y su papel en los procesos de modernización de las explotaciones y de democratización del mundo rural. De este modo, grandes y medianos empresarios, el pequeño campesinado y los jornaleros, cada grupo con sus respectivos intereses, aprovecharon todas las vía legales o alegales para tener protagonismo en la sociedad y ante la administración, unos reivindicando derechos sociales y sindicales, y otros, como los empresarios o titulares de explotaciones, creando asociaciones y dando origen a un sindicalismo empresarial moderno con una participación más o menos forzada en instituciones como las cámaras agrarias. Respecto a éstas, en ese tejer y destejer que fueron los inicios del proceso democratizador, se alternaron propuestas continuistas rechazadas por la presión social, como el intento de integrar a los nuevos sindicatos que se crearan en una OSE reformada, mientras que otras fueron aceptadas provisionalmente como consecuencia de los pactos suscritos entre el centro reformista y las organizaciones de izquierdas recientemente legalizadas con la confianza de que pudieran ser modificadas o suprimidas cuando alcanzaran el poder. Para Navarro, la creación de las cámaras obedeció el interés de UCD de utilizar la estructura de las antiguas Hermandades para afianzar su presencia en el campo y aprovechar su organización para las elecciones municipales del año siguiente. El capítulo termina con un seguimiento a las cámaras agrarias en Andalucía y su funcionamiento hasta la supresión y liquidación de sus bienes en la segunda década del siglo XXI.
El papel de las cámaras agrarias en el proceso democratizador en Andalucía
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