El final del sistema socialista de tipo soviético en Rumanía se produjo de una manera distinta a la de sus estados vecinos, mediante la violenta Revolución de 1989. Sin embargo, no fue algo novedoso en el país si tenemos en cuenta que la violencia política había sido una seña de identidad de la dictadura comunista. Tras los sucesos revolucionarios, el país de los Cárpatos emprendió el camino hacia un sistema democrático, hacia una economía de mercado y hacia la creación de un nuevo tipo de sociedad. No obstante, una parte significativa de los dirigentes políticos que encabezaron el nuevo sistema político, procedía de las cenizas del viejo régimen. Por ello, ante las primeras muestras de descontento social, acudieron a aquello que conocían, al uso de la violencia. Es algo que puede apreciarse en la campaña para las elecciones de 1990 o en la denominada mineriada de junio de 1990. En dicho momento, el recién elegido presidente, Ion Iliescu tomó una decisión no solo no democrática, sino totalmente antidemocrática, recurrir a los mineros del Valle de Jiu para acallar la pacífica protesta de Piata Universitatii. Durante dos días la capital rumana estuvo sumida en la violencia impuesta por los mineros, que aprovecharon para atacar las sedes de los partidos de la oposición, así como a cualquier persona que pudiera parecer que estaba en contra del FSN. Sin embargo, la mineriada de junio de 1990 no fue la única, sino que, en septiembre del año siguiente, otra oleada de mineros llegó a Bucarest. En esta ocasión lo hacían para frenar el ritmo de las reformas, además de debilitar la posición del primer ministro Petre Roman, que había iniciado una política que algunos tildaban de socialdemócrata. Por ello, el objetivo del presente capítulo es examinar las circunstancias de ese momento y estudiar la llegada de dicho colectivo de trabajadores, cuáles eran sus objetivos, cómo actuar, qué consiguieron, etc.
La mineriada de 1991 en Rumanía
Mónica Fernández Amador, Dario Migliucci y Adrian Florin Tudorica
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