La clase como grupo de investigación histórica

Frente a los que aseguran que la Transición dio lugar a un pacto de silencio, hay un tópico que afirma que sobre la Guerra Civil se han escrito más libros que sobre la Segunda Guerra Mundial. Una de las dos afirmaciones no puede ser cierta y lo más probable es que las dos sean falsas. La muerte del dictador fue seguida de un aluvión de publicaciones sobre la guerra, que ya había comenzado durante los últimos años del régimen franquista y que se tradujo incluso en la venta por fascículos de la obra de Hugh Thomas o de las dos ediciones del ABC, la franquista y la republicana, publicitadas por televisión. En las listas de los libros más vendidos abundaban las memorias de los personajes que habían protagonizado la guerra y Federica Montseny, Líster o Serrano Súñer, por citar solo algunos ejemplos, se paseaban como ancianos venerables por los platós de televisión y participaban en animadas tertulias. Nunca un silencio había tenido tantas voces. En el sistema público de enseñanza la situación era un poco diferente. Los niños que habíamos estudiado en nuestros primeros libros de Historia el Glorioso Alzamiento Nacional comprobamos en el instituto que los temarios se detenían antes de llegar al espinoso tema de la guerra. El artículo repasa cómo se trata en los manuales el espinoso asunto de la memoria democrática y hace un recorrido por distintas experiencias didácticas que han logrado convertir las clases de secundaria en modestos grupos de investigación histórica local.

Hespérides: Anuario de investigaciones

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