Desde la Antigüedad, la Retórica ha estado, al igual que la poesía, ineludiblemente vinculada al lenguaje como medio de expresión, dejando de manifiesto, a su vez, su utilidad en el proceso educativo. En la Edad Media, la hibridación entre Retórica y Poética es manifiesta, hecho que explica que la disciplina en ciertas etapas haya quedado reducida a una de sus partes, la elocutio. De manera que la historia de la Retórica se encuentra ligada a la tradición literaria. En el Renacimiento, Fr. Miguel de Salinas publica su Retórica (1541), interpretada como una propuesta de canon literario que, asimismo, evidencia la «literaturización» de la Retórica.Durante los siglos xvi y xvii, multitud de obras desvelan cómo realizar un buen discurso. Entre ellas, destacamos la Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla, donde la educación retórica cobra una especial relevancia. Aunque en el siglo xix la Retórica formaba parte del currículum escolar, en la praxis se distanciaba de la Retórica clásica. Pues, lejos de ser un elemento transversal como debiera, se ha limitado el estudio de la disciplina a trabajar la elocutio o la memoria de manera aislada. Sin embargo, hoy en día sabemos que, frente a la clase magistral, la Retórica permite a los estudiantes desempeñar un rol activo en la fase de enseñanza-aprendizaje y fomentar el pensamiento crítico mediante la práctica de las partes de la retórica: inventio, dispositio, elocutio, memoria y pronuntiatio, aplicables a una exposición oral, la creación de un discurso o un debate en el aula, entre otros.