En los años finales del franquismo y durante la Transición, las asociaciones de vecinos se convirtieron en uno de los movimientos sociales más activos en la lucha por la recuperación de la democracia. En los barrios, ante las carencias de todo tipo que el desarrollismo había ido generando, sus habitantes encontraron en las asociaciones un punto de encuentro para reivindicar la solución de sus problemas y, al mismo tiempo, convertirse en autenticas escuelas democracia, aprendiendo a reunirse, debatir, confrontar ideas, tomar decisiones de forma colectiva y movilizarse para conseguir sus objetivos.
En este capítulo, además de recordar el papel del movimiento vecinal en la lucha por las libertades, los autores destacan las demandas que en políticas sociales planteaban ante las instituciones, ya fuera para obtener unas viviendas más dignas, mejoras en la red de atención sanitaria o mayores prestaciones en el ámbito educativo.