Cincuenta años después de identificarse el fenómeno del bullying, se observa un preocupante aumento de actitudes violentas entre adolescentes, derivando en formas más graves como la radicalización, que puede ser un preludio del extremismo violento. Este fenómeno, sin ser nuevo ni exclusivo de una región, nacionalidad o religión, afecta globalmente, debilitando valores humanos, convivencia y tolerancia, y fomentando ideologías extremas y conductas violentas. La radicalización, que incluye procesos cognitivos y conductuales, implica tanto la asimilación de ideologías extremistas como la justificación del uso de la violencia, estrechamente relacionada con factores individuales y estructurales como la frustración, la aculturación y la precariedad socioeconómica. Investigaciones recientes han explorado estas dinámicas, destacando que aunque no todos los radicalizados recurren a la violencia, la mayoría de los extremistas presentan alteraciones identitarias y afiliaciones religiosas específicas. Estudios realizados en la zona del poniente almeriense han evaluado actitudes extremistas y pro-violencia en adolescentes mediante cuestionarios adaptados, mostrando que los niveles de extremismo y justificación de actos violentos son más altos en zonas rurales que en áreas urbanas. Los hallazgos subrayan la importancia de la educación como herramienta clave para prevenir la radicalización y promover una cultura de paz, destacando el rol de programas educativos para fomentar cohesión social, detectar riesgos y abordar conductas extremistas.
El extremismo violento. Una violencia que irrumpe en la Enseñanza Secundaria Obligatoria
La escuela promotora de derechos, buen trato y participación. Revisiones, estudios y experiencias
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