De esta forma, los ayuntamientos de muchos pueblos y ciudades fueron objeto de críticas durante la primera parte de la Transición. Esto marcó el devenir del asociacionismo vecinal debido a que el espíritu democrático estaba calando entre los vecinos, pero aún no se percibía en el día a día de sus habitantes. Las asociaciones de vecinos nacieron al abrigo que provocaba el descontento popular que originaba dicha situación, la cual se hacía visible en la deficitaria gestión que ejercía el poder local desde los ayuntamientos. Por tanto, las asociaciones de vecinos encuentran una razón de ser que va mucho más allá de crear infraestructuras y servicios básicos. Como hemos visto estas nacen en la etapa final de la Dictadura para dar respuesta a aquellos deseos de democracia y desarrollo que comenzaban a florecer. Hemos podido comprobar cómo el movimiento vecinal se convirtió en el verdadero estandarte de la defensa de los ciudadanos en pos de preservar sus derechos y libertades. Este cometido no fue tarea fácil, es por ello que las asociaciones de vecinos ejercían en diversas ocasiones fuertes presiones sobre los poderes municipales, tanto que incluso llegaron a influir en la política local. Así, estas situaciones dieron lugar en determinadas circunstancias a tensiones y hostilidades entre las asociaciones de vecinos y los consistorios.
En consecuencia, distinguimos que la denuncia de la miseria y la carestía que sufrían algunos barrios fue clave para despertar la concienciación social que terminaría enlazando con la oposición antifranquista. Así, se alcanzó un punto de unión entre las reivindicaciones políticas y ciudadanas. Constatamos pues la evolución desde las demandas de agua, alcantarillado o alumbrado hasta poner en jaque el propio poder municipal. Por tanto, podemos afirmar categóricamente que el asociacionismo vecinal sembró la semilla para que creciera una innegable conciencia colectiva que no hizo otra cosa más que expandirse y extender sus redes para conseguir una incontestable conquista social y caminar así hacia un país netamente moderno y democrático.
En Roquetas encontramos diversas asociaciones que impulsaron esta lucha. La Asociación de Vecinos «Virgen del Rosario» destacó por su intensa actividad a finales de los años 70, destacando la buena sintonía que existía entre sus miembros a pesar de su heterogeneidad. En el núcleo de Cortijos de Marín se formó la Asociación «Virgen de la Esperanza», del mismo modo nació en las Marinas otra asociación al abrigo de su deficitaria situación. En el caso de Aguadulce los vecinos se unieron bajo el nombre de «La Gloria», en este caso agravado por la sensación de no pertenecer a Roquetas, pero dentro de Aguadulce la asociación que alcanzó mayor trascendencia por su trayectoria fue «La Paz».
Por consiguiente, este trabajo pone en relieve el ejemplo de Roquetas de Mar pues ha demostrado cómo las asociaciones de vecinos llevaron a cabo una valiosa labor de cohesión social. El asociacionismo vecinal hizo posible que gente procedente de diferentes puntos de España y sin ningún arraigo entre ellos y hacia la comarca, convirtiera a Roquetas en un núcleo de población con un sentimiento de unión y de afinidad con respecto a la tierra. De igual modo, apreciamos la importante tarea en el ámbito cultural y educativo que ejercieron las asociaciones de vecinos. Sin lugar a dudas, este paso más allá de las reivindicaciones tradicionales fue clave para el nacimiento de un sentimiento de concordia y de identidad como pueblo. De esta forma, el municipio roquetero se convirtió en la segunda ciudad en importancia de toda la provincia de Almería después de la capital.