En este capítulo se estudia la violencia como actor político desde la Teoría del Arte, analizando una serie de obras del artista Abel Azcona relacionadas con la cultura de la cancelación. La primera de ellas, La Caída, trata el tema de la memoria histórica para meditar sobre las víctimas del franquismo (1939-1975) en relación con el Valle de los Caídos. La segunda y la tercera, Enterrados y Desenterrados, hablan de la reparación de la memoria, del daño ejercido hacia las víctimas y los familiares de los damnificados por las atrocidades del Régimen. La cuarta acción, Aparecidos, repara el daño acaecido durante la Batalla del Ebro de 1938 mediante la aparición simbólica de los fallecidos durante la contienda bélica. Y la última obra, La Pederastia, plantea una reflexión sobre los abusos sexuales ejercidos en el seno de la Iglesia y la necesidad de proteger a la infancia.
Todas estas piezas sufrieron la cultura de la cancelación por ser consideradas polémicas. Ante ello, Azcona se posiciona en Acto de Desobediencia y desde la performance abre un espacio desde el cual reflexionar sobre la capacidad del arte como medio de expresión discursivo, desde donde el cual se pueden destapar los distintos tipos de violencias ejercidas desde el poder.
Todas estas piezas sufrieron la cultura de la cancelación por ser consideradas polémicas. Ante ello, Azcona se posiciona en Acto de Desobediencia y desde la performance abre un espacio desde el cual reflexionar sobre la capacidad del arte como medio de expresión discursivo, desde donde el cual se pueden destapar los distintos tipos de violencias ejercidas desde el poder.