Las ideas anarquistas se difundieron por la comarca del Poniente almeriense durante la década de los setenta del siglo XIX. Duramente reprimidas por los gobiernos de la Restauración, las organizaciones libertarias llevaron una existencia precaria hasta comienzos del siglo XX. El Partido Comunista comenzó su andadura en Almería en 1922 con la llegada del revolucionario profesional Justiniano Bravo. Tras dirigir la huelga minera de Serón, los comunistas afrontaron una larga travesía del desierto durante la dictadura de Primo de Rivera, que supuso también la práctica desaparición de las organizaciones anarquistas.
La proclamación de la Segunda República fue acogida con desconfianza por anarquistas y comunistas. Sin embargo el periodo republicano supuso la legalización y un enorme crecimiento de las organizaciones políticas y sindicales de signo revolucionario. Anarquistas, comunistas y socialistas se disputaron la influencia sobre el proletariado almeriense y solo consiguieron una débil unidad de cara a las elecciones de 1936.
El golpe militar de julio llevó a un crecimiento exponencial de la militancia anarquista y comunista que se hizo con el control de una parte de los comités revolucionarios primero y de las corporaciones municipales después. A pesar de las incautaciones y colectivizaciones no se puede hablar de una verdadera revolución puesto que se mantuvieron las instituciones republicanas y no se puso en marcha un modelo económico alternativo. Las enormes tensiones entre las distintas fuerzas del Frente Popular estuvieron a punto de desencadenar un conflicto armado entre anarquistas y comunistas y explican la debilidad del bando republicano.
El final de la guerra supuso la desaparición del movimiento obrero organizado. Los dirigentes libertarios y comunistas fueron fusilados, encarcelados o tuvieron que marchar al exilio en Argelia, donde acabaron en campos de concentración durante el régimen de Vichy.
Anarquistas y Comunistas en la Formación del Movimiento Obrero Almeriense (1872-1939)
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