La excelencia en el campo científico no basta. Como decía Maimónides: “No somos una determinada dolencia o enfermedad. Somos personas y como personas somos únicos, y nos damos cuenta de cómo nos tratan y, en consecuencia, juzgamos”.
Siete, un número sagrado, extraordinario, simbólico, perfecto, único, mágico… Son siete los colores del arco iris, las notas musicales, los sacramentos, los pecados capitales, las bellas artes y, también, siete son las famosas Partidas de Alfonso X el Sabio, los velos de la danza sagrada, las vidas del gato, los enanitos de Blancanieves y las maravillas del mundo.
Un número que está en todo. ¿Por qué no entonces calzarnos las botas de siete leguas, cruzar los siete mares e implantar en nuestro ejercicio profesional siete pequeños gestos durante los siete días de la semana, que lo hagan verdaderamente extraordinario?
Si los pequeños gestos son importantes en nuestra vida diaria, más aún lo son en el ámbito hospitalario cuando más vulnerables somos. Por eso hay que mejorar la calidad asistencial poniendo en valor los pequeños gestos, lo intangible de nuestra actividad en el ámbito de la gestión clínica.
Los pequeños gestos con calidez, humanidad y ética optimizan la comunicación, ayudan a curar y mejoran la calidad asistencial en el entorno de la gestión clínica porque: No es nuestra aptitud sino nuestra actitud lo que demuestra nuestra altitud.