Uno de los elementos básicos para lograr la cohesión social en tiempos de guerra es la de crear la imagen de un enemigo, odiado y temido, que justifique las políticas de un gobierno en una coyuntura tan convulsa. En la Europa del Eje, en plena contienda mundial, los focos se posicionaron contra el comunismo internacional, verdadera encarnación del Mal según los propagandistas de la época. Por impulso del Tercer Reich y su maquinaria ideológica, desde finales de los años 30 se animó a la celebración de grandes eventos públicos orientados contra sus principales fobias: los judíos, la masonería y el bolchevismo. Mediante la creación de imponentes fotomontajes y todo género de material audiovisual, se elaboraron una serie de estereotipos del enemigo, del «otro», que debían reafirmar el apoyo ciudadano a la causa del Estado, en especial tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial. En el presente artículo, a través de documentación archivística española y francesa inédita, analizaremos la participación peninsular en la exposición propagandística Le bolchevisme contre l´Europe, celebrada en la Francia de Vichy en 1942. Por deseo expreso de las autoridades galas y germanas de ocupación se requirió al régimen franquista que mostrase los peligros del comunismo, no en vano esta nación –según la terminología de la época– había sido la primera en derrotarlo. El recuerdo de la Guerra Civil no solo reafirmaría la legitimación del nuevo Estado español sino que tendría un componente propagandístico de primer orden. Por esa razón, los esfuerzos se centraron en recrear, ante el mundo entero, el funcionamiento de las checas durante la Guerra Civil Española. Mediante este estudio podremos profundizar en los esfuerzos realizados por el franquismo para contribuir ideológicamente a la consolidación de los principios del Nuevo Orden, poniendo sobre la palestra las dificultades internas y la carencia de medios económicos que los acompañaron.