El código de valores de la burguesía almeriense también quedó plasmado en sus actitudes ante la muerte, en su preparación para el «último viaje» se hallan signos distintivos de su rango social. El ritual funerario, que incluye tradicionalmente a la familia ampliada y a la red comunitaria, permiten justamente renovar los lazos rotos entre la familia en duelo y su contexto social. La necesidad de unir a perpetuidad a todos los miembros muertos de la familia, dentro de un espacio cerrado y exclusivo, responde al sentimiento de ser recordado por las generaciones posteriores, renunciando al anonimato de las tumbas para convertirlas en monumentos conmemorativos al servicio de la memoria de los antepasados. La cripta reservada a la élite era el vehículo promotor de la cohesión social a través del tiempo, y el mejor lugar donde se refleja el concepto patriarcal de familia, en la que varias generaciones y ramas familiares son unidas bajo un mismo techo. De esta forma, la memoria familiar encontraría evidencias en cualquier momento de la cepa de toda su excelencia..
Muerte y religiosidad en la burguesía Almeriense del siglo XIX
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