En los últimos años, diferentes investigadores (Tezanos Gandarillas, González Gullón…) han puesto sus miras en toda una serie de sacerdotes católicos que no sólo participaron en el juego político de la República, ya sea para contener algunas de sus medidas o para aplaudirlas, sino que incluso –ya fuese por decisión propia o por circunstancias externas a su voluntad- se enfrentaron a la jerarquía eclesiástica católica. Muchos de ellos fueron privados de su labor pastoral, como Leocadio Lobo, Gallegos Rocafull, López-Doriga o Basilio Álvarez, aduciendo en muchas ocasiones a la violación o incumplimiento de algún principio del derecho canónico, sujeto el mismo a una interpretación muy subjetiva según los condicionantes que rodeaban a cada uno de estos nombres. Un caso que destaca por encima del resto en estas circunstancias es del personaje biografiado en este artículo: Jerónimo García Gallego. Su figura pone en evidencia, como en el de muchos de sus compañeros religiosos republicanos, la existencia de una «Iglesia paralela» a la Iglesia oficial, que no tuvo reparos en defenestrar a algunos de sus miembros obedeciendo a motivaciones políticas lejos de principios doctrinales, influida por un contexto, el de la República, donde toda opción que lidiase o conviviese con ella era vista como una provocación para la ortodoxia que emanó desde diferentes obispados, ya fuese el de Segovia, Granada, Madrid…
El análisis de la vida y obra del sacerdote segoviano resulta muy interesante desde diferentes enfoques. Primero, porque permite analizar a un religioso que participó activamente en el sistema político republicano desde un campo conservador, lo que vuelve a poner de manifiesto que el régimen establecido en España en 1931 estaba abierto a cualquier opción política, siempre y cuando respetase el modelo de Estado establecido. Su pasado no mostraba apenas fisuras ni motivos de contradicción con el catolicismo imperante, por lo que no podían recaer sobre él sospechas de anticlericalismo de ninguna índole. Miembro con gran proyección en el escalafón eclesiástico, dedicó gran parte de sus fuerzas a defender a la Iglesia de muchas medidas que eliminaban muchos de sus privilegios y la apartaban de la vida pública del país. Sólo a partir de 1936, cuando fue suspendido a divinis –punto de ruptura clave en su trayectoria vital- se manifestó abiertamente contra sus superiores, actitud que se acrecentó durante la Guerra Civil y su exilio. A lo largo de estas páginas incidiremos en estos puntos, para que el lector pueda comprender como un becario de la prestigiosa Universidad Gregoriana de Roma pudo llegar a ser uno de los mayores enemigos para la maquinaria propagandista católica franquista.
Del silencio al olvido. El sacerdote y diputado republicano Jerónimo García Gallego (1893-1961)
Analecta sacra tarraconensia: Revista de ciències historicoeclesiàstiques
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