Hay una cierta incompatibilidad intelectual entre la adoración del objeto estético y su análisis, entre la pasión que anima su culto y la disección sistemática de su mecanismo de funcionamiento, entre la complacencia sensorial y la reconstrucción minuciosa del proceso de elaboración de una obra. Sin embargo, éste último parece ser el espíritu que anima la cinefilia –o la iconofagia, en una concepción más amplia de la pasión por el consumo de imágenes– en su afán por intentar desentrañar el deux ex machina de la creación artística. Resulta difícil aventurar los resortes psicológicos que animan el culto icónico. Los teóricos hablan del mecanismo de “proyección”, entendiendo éste como la capacidad del espectador para introducirse en la narración y hacer suyas las vivencias de los protagonistas. El espectador no ha de compartir necesariamente el universo simbólico que se despliega en la diégesis narrativa, sino que se proyecta empática y solidariamente en lo que acontece y asume la acción como una vivencia propia. Mediante el mecanismo de “identificación”, por el contrario, el espectador se reconoce en los personajes o en la acción, y el universo que se le presenta le resulta cercano a sus propias vivencias cotidianas. Este segundo planteamiento es el que anima un tipo de cine más costumbrista o intimista, mientras que el primero es propio del denominado cine de acción o aventuras.
Culto fílmico y culto televisivo
Instituto de Estudios Almerienses : Área de Cultura de la Diputación de Almería
2008
144-159
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